¿Salvar El Planeta o Fingir que lo Hacemos?

Recuerdo que hace años estuvo de moda esa campaña de “sin pitillo, por favor” para salvar el planeta. Se hizo muy viral; las personas, orgullosas decían en los restaurantes: “¡Ay, sin pitillo, por favor!”.

¿Salvar el planeta?

Cuando veía eso, la verdad me parecía algo estúpido. No es que no quisiera salvar el planeta, sino que me parecía insuficiente lo que se estaba haciendo, por las siguientes razones:


Analogía con un paciente que muere

Supongamos que una persona tuvo un accidente muy grave: tiene múltiples fracturas, hemorragias internas y muchas raspaduras en su cuerpo. Llega al hospital y todos los médicos se centran en cuidar unas raspaduras que tiene en las rodillas.

Claro que los médicos lo están atendiendo, pero lo están dejando morir. Lo mismo pasa con esas campañas de los pitillos ecológicos, que pretenden que están salvando el planeta cuando en realidad lo están dejando morir. Y es que estudios muestran que el 90% de los esfuerzos en campañas para reducir la contaminación se centran en productos que representan menos del 5% de la contaminación total.

Un ejemplo adicional son las bolsas ecológicas: para compensar la huella de carbono de una bolsa plástica, necesitan ser usadas entre 50 y 150 veces. Es posible, pero si vemos la huella ambiental total, se necesitan por lo menos 7.100 usos, equivalentes a usarlas diariamente durante 19 años.

Otro ejemplo: el 43% del plástico del Gran Parche de Basura del Océano Pacífico proviene de redes de pesca abandonadas. Y hasta ahora, nunca hemos visto una campaña viral sobre esta problemática.

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Mientras nos mantenemos enfocados en estas campañas sin sentido, hay empresas que están facturando con sus productos que contaminan el medio ambiente.


El lavado de imagen

Es esa práctica de las empresas con sus engaños de imagen verde y esas campañas virales que, al final, no sirven más que para cuidar su propia imagen.

Estas prácticas son tan comunes que incluso tienen nombre: se llama Greenwashing. Textualmente significa que “es una práctica engañosa en la que una empresa o entidad presenta una imagen falsa o exagerada de sí misma como respetuosa con el medio ambiente, con el objetivo de atraer a consumidores preocupados por la sostenibilidad. En esencia, es una forma de publicidad o marketing que busca dar la impresión de que una empresa es más ecológica de lo que realmente es”.

Incluso tienen estrategias bien definidas. Por ejemplo:

  • Enfoque en lo insignificante: promocionan cambios mínimos, como esos pitillos de papel, mientras mantienen prácticas contaminantes a gran escala.
  • Términos ambiguos: usan palabras como “natural” o “eco-friendly” sin ninguna certificación.
  • Compensaciones dudosas: el uso de créditos de carbono ha sido cuestionado por investigaciones que demuestran que quizás no compensan las emisiones.
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La magia de estas campañas es que funcionan, porque las corporaciones se lavan las manos de su responsabilidad y se la transfieren a alguien más. ¿Adivina a quién?


El mito del “consumidor responsable”

Desde hace años, las corporaciones han construido cuidadosamente esa imagen de la responsabilidad individual, transfiriéndole entonces la culpa a los consumidores. Pero la realidad es que todo es más complejo, porque es una responsabilidad compartida entre productores, empresas, consumidores y todas las personas involucradas en el ciclo de vida de los productos.

Salvamos al planeta

Los estudios demuestran que no ha sido (ni será) suficiente con unos cuantos “consumidores responsables” que dicen “sin pitillo, por favor”. Y no olvidemos a esas personas que suelen llevar todo a los extremos que toman actitudes realmente estupidas, creyendo que son los mesias del medio ambiente y terminan incomodando a los demás o metidos en problemas.


La nueva moda viral del greenwashing

La nueva moda, me parece, son los vehículos eléctricos. Estas industrias (y las empresas que los fabrican, que son básicamente las mismas de siempre) pusieron de moda este producto.

Pero existen muchos cuestionamientos: los materiales de sus baterías, cómo se van a desechar, qué pasa con el uso cotidiano y el mantenimiento de estos vehículos, y los problemas ocultos que vienen con su masificación y uso intensivo durante años. Profundiza más aquí.

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Estar cómodos NO va a salvar el planeta

Enfocarnos en soluciones superficiales, que no nos sacan de nuestra comodidad de siempre, nos hace perder tiempo valioso. Mientras hablamos de pitillos, bolsas ecológicas y autos eléctricos, para el 2023 habiamos superado 6 de los 9 límites planetarios que mantienen el equilibrio del planeta.

Así que no solo nos enfocamos mal, sino que perdemos el tiempo más valioso que nos queda.

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¿Estamos jodidos?

Eso parece. Aunque al menos ya nos estamos cuestionando. Sin embargo, los esfuerzos reales y los cambios duraderos implican retos muy grandes que, al parecer, como sociedad y como empresas, no queremos asumir… o preferimos ignorar.

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