En los últimos años, he observado un fenómeno preocupante en la crianza sin esfuerzo de niños y adolescentes: la tendencia a proporcionarles comodidades y oportunidades sin exigirles un esfuerzo proporcional a lo que reciben. Aunque el deseo de ofrecerles lo mejor es comprensible, cuando esto se hace sin fomentar responsabilidad, el resultado puede ser una generación incapaz de valorar y reconocer lo que tiene, de enfrentar adversidades o de capitalizar las ventajas que se le han otorgado, viviendo atrapados en una burbuja. 🤔

El problema de la ausencia de exigencia en la crianza
Muchos jóvenes crecen hoy en entornos donde reciben todo sin necesidad de esforzarse:
- Acceso sin mérito: Disfrutan de educación privilegiada, tecnología, viajes y actividades recreativas sin haber contribuido en nada para obtenerlos. ✨
- Protección excesiva: Sus problemas son resueltos por sus padres o familiares, evitando que desarrollen habilidades para gestionar conflictos.
- Ausencia de responsabilidades básicas: No se les exige colaborar en el hogar ni asumir tareas acordes a su edad y cuando presentan resistencia a colaborar, no hay una exigencia, sino que primero son los padres los que ceden, es como una batalla que siempre pierden los padres.
- Eliminación sistemática de la frustración: Se les aleja de cualquier dificultad, impidiendo que desarrollen resiliencia, manteniendo un umbral de tolerancia a la frustración muy bajo, lo que hace que hasta los asuntos más mínimos los haga frustrar y renunciar. 🛡️

Cuando un niño se acostumbra a recibir sin dar, a esperar soluciones sin actuar y a desear sin trabajar, se forma un adulto inseguro, dependiente y poco preparado para la realidad.
El rol de los adultos: ¿Facilitadores o formadores?
La responsabilidad de enseñar el valor del esfuerzo recae en padres, cuidadores y educadores. El hogar debe ser el primer espacio donde se inculquen principios fundamentales:
- Responsabilidad progresiva: Desde tareas simples (como ordenar su habitación) hasta compromisos más complejos, según su edad. No se trata de explotación, sino de enseñar que todos contribuyen al funcionamiento familiar. 👨👩👧👦
- El esfuerzo como requisito: Si desean algo, deben entender que hay un proceso para alcanzarlo —ya sea mediante el estudio, el trabajo o el cumplimiento de obligaciones—. Esto también los hace más empáticos al reconocer el esfuerzo que otro hizo para obtener lo que ellos reciben.
- La frustración como aprendizaje: No siempre se obtiene lo deseado, y eso es parte de la vida. Evitarles todo conflicto solo pospone su incapacidad para manejar fracasos futuros. Y si algo pequeño los hace frustrar y renunciar ¿Cómo vamos a tener hijos capaces de enfrentes retos grandes y transformadores?💡
- Autonomía guiada: En lugar de resolverles los problemas, es más útil orientarlos para que encuentren sus propias soluciones.
- Coherencia entre discurso y acción: Los adultos deben predicar con el ejemplo, demostrando disciplina, perseverancia y responsabilidad en su propia vida.

Consecuencias de una crianza sin responsabilidad
Las secuelas de este modelo educativo se reflejan en la adultez:
- Deserción temprana: Jóvenes que abandonan proyectos ante la primera dificultad. 🚩
- Inestabilidad laboral: Adultos sin disciplina ni compromiso, incapaces de mantener un empleo, llenos de excusas que esconden sus inseguridades.
- Mentalidad dependiente: Esperan que otros solucionen sus problemas en lugar de asumir su propio rol.
- Insatisfacción crónica: Nunca han experimentado la gratificación que surge del esfuerzo personal.
Reflexión final: Equilibrio entre apoyo y exigencia
Ofrecer oportunidades a los más jóvenes es valioso, pero si no van acompañadas de responsabilidad, se convierten en privilegios vacíos. Criar personas responsables no implica negarles bienestar, sino enseñarles que todo logro significativo requiere compromiso. ⚖️ El verdadero desafío está en encontrar el equilibrio: brindar herramientas sin eliminar los obstáculos que forjan carácter. En mi experiencia personal, lo que más fortalece la autoestima es sentirse capaz de lograr lo que antes parecía imposible: superar una frustración, sortear un obstáculo y comprobar que uno puede levantarse. Por eso, si queremos hijos seguros de sí mismos, la clave está en proporcionarles herramientas y acompañarlos para que aprendan a enfrentar la vida.

¿Hemos normalizado una crianza que, en lugar de preparar, incapacita? Invito a una discusión fundamentada: ¿Dónde trazamos el límite entre el apoyo y la sobreprotección? 💬